JARDÍN DE ESCULTURAS

Exposición

JARDÍN DE ESCULTURAS

Con piezas de Oteiza, Miquel Navarro, Kcho, Dagoberto Rodríguez, Alberto Corazón, Arturo Berned, Francisco Sobrino y un mural fotográfico de José Manuel Ballester.
Un espacio a cielo abierto para pasear en la contemplación del arte. Siguiendo la tradición de los grandes museos desde la Antigüedad griega y romana hasta nuestros días, y coincidiendo con su tercer aniversario, la Colección Roberto Polo. Centro de Arte Moderno y Contemporáneo de Castilla-La Mancha (CORPO) inauguró en abril de 2022 un Jardín de Esculturas en su sede de Toledo.

Fecha de inicio: 06.04.2022

De Lunes a Sábado: De 10:00 a 18:00 Domingos: 10:00 a 15:00

Colección Roberto Polo.
Centro de Arte Moderno y Contemporáneo de Castilla-La Mancha.
Paseo del Miradero 1, 45001 Toledo

Se recuperó para ello el patio de acceso a la antigua Biblioteca Pública del Miradero, contiguo a la sede del museo y que se hallaba en absoluto estado de abandono, convirtiéndolo en un universo de arte y naturaleza de 2.000 metros cuadrados, donde a partir de ahora podrá visitarse la obra de grandes escultores nacionales e internacionales. Señaladas piezas de Jorge Oteiza, Miquel Navarro, Dagoberto Rodríguez, Kcho, Alberto Corazón, Arturo Berned y Francisco Sobrino, se exhiben con la perspectiva de fondo de un colosal mural fotográfico de José Manuel Ballester que, a modo de trampantojo, convierte un muro ciego en una enorme ventana abierta al horizonte de Castilla-La Mancha.

Zazpiak, escultura de Jorge Oteiza (1970-2001); izquierda, Cabeza XIX de Arturo Berned, 2019.

Un conjunto inicial de nueve piezas de los mencionados siete artistas que irán rotando y ampliando su espectro con el fin de que el proyecto sea un verdadero catalizador de la creatividad de escultores contemporáneos, como lo fue el jardín de San Marcos en Florencia durante el Renacimiento, propiedad de los Medici, o los barrocos de Versalles y Fontainebleau en el área de París, y como lo siguen siendo para la creación contemporánea otros ejemplos de grandes museos tal que el MoMA de Nueva York o el monumental parque de Storm King Art Center en el mismo estado.

La concepción y actual disposición de obras en este nuevo Jardín de Esculturas de CORPO responde a un planteamiento artístico que vincula la arquitectura y el cuerpo humano, estableciendo un paralelismo entre la anatomía de un edificio o una ciudad, con sus pasillos y calles, plazas, rotondas y demás espacios que vertebran su construcción, y el trazado de un cuerpo, su entramado de músculos, articulaciones, canales energéticos, órganos funcionales, conformando lo que podríamos llamar un paseo por la “Anatomía de la Arquitectura”, en palabras de su artífice y director artístico de la institución, Rafael Sierra.

Puente invertido, del artista cubano Dagoberto Rodríguez (2019), en acero corten y acero pintado.

Jorge Oteiza (Orio, 1908 – San Sebastián, 2003), uno de los máximos exponentes de la escultura española del siglo XX, estará presente en el jardín con su obra Zazpiak (fundición de chapa de bronce con diferentes pátinas) realizada en 2001, poco antes de su fallecimiento, si bien la obra fue un proyecto no materializado del año 1970. Oteiza, el más destacado representante de la Escuela Vasca de Escultura, logró establecer un puente entre las vanguardias históricas y la generación de posguerra. Adscrito a su personal manera a movimientos como el Constructivismo, la Abstracción o el Land Art o arte en el paisaje, recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en el año 1988.

El paisaje en toda su dimensión nos lo trae el pintor y fotógrafo José Manuel Ballester que ha instalado un monumental mural de 17 metros de largo y más de 3 de alto, que convierte uno de los muros perimetrales de este antiguo patio en una ventana al horizonte. Puente en Las Tablas de Daimiel (2013-2022), impresión fotográfica sobre Dibond lacado, antes titulada Lluvia ácida. En palabras del artista (Madrid, 1960; Premio Nacional de Grabado en 1999 y el Nacional de Fotografía en 2010), “Las Tablas de Daimiel, en Ciudad Real, es un lugar natural que tiene mucho de sagrado, es fuente de vida y es también un territorio para la observación de aves. Traerlo aquí, introducirlo en el contexto urbano de Toledo y en un museo, es una manera de decirle al hombre: contempla la naturaleza a la distancia adecuada, como ha de hacerse con el arte, con mucho respeto”. El jurado que otorgó a Ballester el Nacional de Fotografía destacó precisamente de él “su singular interpretación del espacio arquitectónico y la luz, y su continua aportación a la renovación de las técnicas fotográficas”.

Izquierda, Columna infinita, de Kcho (2015). Derecha, Juan de Hierro, de Alberto Corazón, 2000.

Arriba, Columna infinita, de Kcho (2015). Abajo, Juan de Hierro, de Alberto Corazón, 2000.

Otro bello puente, pero éste del revés, es la obra que expone el cubano Dagoberto Rodríguez (Las Villas, 1969 ), uno de los más internacionales artistas centroamericanos. Puente invertido, 2019, acero corten y acero pintado. “Es en su reflejo donde la realidad mejor se contempla” – explica el artista, observador pertinaz de la vida y sus sombras. La obra es el espejo de la crisis existencial que vivió con la ruptura de Los Carpinteros, el colectivo de artistas que durante 20 años unieron sus almas en el proyecto de mayor repercusión del arte contemporáneo cubano. “El puente continúa uniendo las dos orillas, pero ya nada es como era –cuenta–; el objeto en sí se conserva, pero virado, torcido, del revés. Y es también el mito de Narciso y el río que llora en el cuento de Oscar Wilde porque ya no puede verse en sus ojos reflejado: el reflejo como protagonista y esa huella que deja en la memoria”.

Más próxima a la anatomía humana, pero sin olvidar la dimensión y función antropomórfica de la arquitectura, es la obra que expone el valenciano Miquel Navarro (Mislata -1945 ; académico de la Real de Bellas Artes y Premio Nacional de Artes Plásticas 1986). Cabeza trípode (2005, acero corten, 0.94 x 3 x 2 metros), una figurada cabeza sobre tres pies. “Si bien la arquitectura y la anatomía humana corren paralelas, la escultura y las artes plásticas, frente al urbanismo o lo puramente arquitectónico, no han de ocuparse de algo esencial para estos últimos que es la funcionalidad –declara el artista–. En la arquitectura, el elemento escultórico es una cáscara, nada más. El día que alguien consiga construir un edificio sin escaleras, sin duda podrá considerarse más artista que arquitecto”. Miquel Navarro ha sido internacionalmente reconocido por sus ciudades, suerte de maquetas en madera, cristal y metales que el artista convierte en auténticos poemas visuales, y que están en museos de medio mundo, del Guggenheim de Nueva York al Mie  Prefectural Art Museum de Japón.

Puente en las Tablas de Daimiel, fotografía mural de Juan Manuel Ballester (2013-2022, 3.3x17m).

Kcho, nombre artístico de Alexis Leiva Machado (Isla de la Juventud, Cuba, 1970), pintor, escultor, performancer, curador, político y activista, inició su carrera profesional en 1990, atrayendo desde un primero momento la atención internacional, lo que cinco años después le convertiría en el artista más joven de Hispanoamérica en integrar con su obra la colección permanente del MoMA de Nueva York. La pieza que se expone en Toledo lleva por título Columna infinita (2015), está realizada en acero corten y alcanza casi cuatro metros de altura: se trata de un banco que soporta a un barco que a su vez va a soportar a otro, reproduciendo una secuencia que pudiera no tener fin y que evoca la historia de Cuba siempre ligada al mar, desde los aborígenes al colonialismo, el esclavismo, las guerras contra el vecino americano, los balseros y hoy, las migraciones que continúan y el conflicto de los refugiados que también parece no tener fin.

El artista Alberto Corazón (Madrid, 1942–2021), que además de ser el pionero del diseño gráfico en España cultivó profusamente la pintura y la escultura (académico de la Real de San Fernando, recibió el primer Premio Nacional de Diseño Gráfico, en 1989), está presente con dos piezas que devuelven a Toledo una pequeña parte de tanto como el artista vivió y aprehendió en su ciudad de acogida: Mesa del cambista (2001, acero corten y bronce) que es una interpretación de los juegos de naipes que tienen lugar a la puerta de la ermita del Valle el día de su festejo y que Corazón observaba con denuedo “porque no entendía que alguien se dejara robar el tiempo por un juego de azar, le maravillaba” –cuenta su alma gemela y compañera, Ana Arambarri–, y Juan de hierro (2000, acero corten, casi tres metros de altura) maqueta del autómata de madera construido por el relojero imperial Juanelo Turriano, para que subiera y bajara la calle pidiendo limosna, y que a manos de Corazón terminó incorporando un reloj solar y un medidor de astros, otras de sus obsesiones vinculadas al factor tiempo.

Arturo Berned (Madrid, 1966) expone dos de sus míticas cabezas: Cabeza XIX (2019, plancha de acero corten de 5 mm) y Cabeza XX (2021, plancha de acero corten de 4 mm), ambas del tamaño humano, a proporción: “El sistema métrico que utilizamos es antropomórfico, y es el que determina el tamaño de un vaso, de una vivienda, y también, el de una escultura”. Cabezas seccionadas de sus cuerpos porque entiende el escultor que “es lo que nos hace diferentes, dentro y fuera”. Berned concibe sus singulares piezas a partir de leyes matemáticas y trazados geométricos cargados de simbolismo. Es licenciado en Arquitectura por la Universidad Politécnica de Madrid, actividad que compatibiliza durante años con la escultura, hasta que en el 2000 opta de forma definitiva por su trabajo artístico.

Por último, de Francisco Sobrino (Guadalajara, 1932 – Bernay (Francia), 2014), se pueden contemplar dos obras muy representativas de su trayectoria, adscrita a la corriente del arte óptico y cinético. En el claustro del museo, destaca su Laberinto en blanco y negro, de 2019, un conjunto de once cubos de madera pintados en ambos colores que trazan un sugerente y lúdico camino. Ya en el jardín, sorprende una poderosa escultura (Sin título, 1990), en acero inoxidable pulido que produce una sensación de dinamismo y entabla un diálogo con el entorno, con los reflejos de la luz a las diferentes horas del día.

“Parecen piezas distintas, pero obedecen a los mismos principios, ilustran la voluntad de Sobrino de crear obras a partir de una gama reducida de colores y formas”, señala Celia Sobrino, hija del artista. Las repeticiones, las combinaciones y vibraciones ópticas, la búsqueda de equilibrios entre tensiones, son algunas de las señas de identidad de quien fuera uno de los fundadores, en el París de 1960, de GRAV, Groupe de Recherche d’Art Visuel (Grupo de Investigación del Arte Visual), con Julio Le Parc, François Morellet, Jöel Stein, Yvaral (Jean-Pierre Vasarely), y Horacio García Rossi.

Los tres hijos de Francisco Sobrino (de izquierda a derecha: Delia, Celia y Daniel) ante la pieza Sin título (1990), de acero, de tres metros de altura.

Las esculturas que a partir de ahora pueden verse en Toledo, se unen a la senda iniciada por la exposición pública de destacadas obras contemporáneas de los artistas Eduardo Chillida (Lugar de encuentros, cedida en 1981 e instalada en la plaza de Alfonso VI), Cristina Iglesias (tres fuentes bajo el único título de Tres aguas, año 2014, la principal de ellas ante la fachada del Ayuntamiento) y Juan Garaizabal (Piedra sobre piedra, expuesta a la entrada de CORPO en 2020 y recientemente cedida por el artista a la Junta de Castilla-La Mancha), y a las que el pasado enero se unió la pieza yacente donada por Rafael Canogar a la ciudad de Toledo, ubicada en la puerta del Cambrón. Suponen así mismo una continuidad con la obra escultórica que recorre la sede de CORPO en Toledo y que reúne artistas de muy diversa procedencia y escuela, como los contemporáneos Nino Longobardi, Annabelle Hyvrier, Maria Rossen, Koen de Cock o el mismo Garaizabal, y los vanguardistas Oskar Schlemmer, Victor Servranckx, Gustav Klucis o Georges Vantongerloo , entre otros muchos. La recuperación y ajardinamiento de este patio, hasta hoy cerrado, arrumbado en el olvido, pasto de zarzas y escombros, supondrá no solo la incorporación de espacio verde y de esparcimiento al casco histórico de Toledo, sino y sobre todo añadirá un valor artístico a la enorme riqueza de esta ciudad Patrimonio de la Humanidad. Volcado sobre la ladera norte de Toledo, con vistas al vado del río Tajo, la ubicación de este Jardín de Esculturas que CORPO incorpora a su sede, es una de las más propicias de la ciudad para el esparcimiento. Esta idónea localización se la confiere su contigüidad al paseo del Miradero, que hasta los años 70 fue el principal lugar de recreo de los vecinos de Toledo. Pero el furor desarrollista abatió para siempre sus árboles centenarios y sus bancos de paciencia secular. Tal vez la presencia del arte y sus amantes reconforten la memoria del tiempo pasado y aún no perdido.

Entrevistas y perfiles

«Zazpiak» o la escultura metafísica

Retrato de Jorge Oteiza (Orio, 1908 – San Sebastián, 2003), datado a finales de los 90.

Siempre complejo, en sus formas y en sus teorías, hasta el punto de crear en torno a sí mismo y a su obra un halo de misterio y polémica a partes iguales, Jorge Oteiza (Orio, 1908 – San Sebastián, 2003) fue uno de los más importantes e influyentes artistas españoles del siglo XX.
Practicó muy diferentes disciplinas, de la pintura a la poesía, la arquitectura, el cine o la estética pura, siempre desde una óptica antropológica y política. Pero por encima de todo, Oteiza fue escultor. Una de sus más controvertidas actitudes fue anunciar en 1959 que abandonaba la escultura, precisamente cuando su carrera alcanzaba lo más alto, tras alzarse con el Primer Premio de Escultura en la Bienal de Sao Paulo (1957). El artista quería construir su personalidad escultórica, negaba que fuera un escultor puro, y para conseguirlo se adentraba en una espiral de renuncia a sí mismo, una crisis permanente y subjetiva, donde lo importante no era la obra premiada, sino la personalidad del artista como factor decisivo en la sociedad. “Si el artista contemporáneo no concluye dentro del arte, el hombre con una nueva sensibilidad existencial no nace, el hombre políticamente nuevo no empieza”, declaraba entonces.

Zazpiak (1970-2001) fundición de chapa de bronce con diferentes pátinas, 77 x 115 x 100 cm.

Previamente había sucedido la gran prohibición: encargado de la estatuaria de la nueva Basílica de Arantzazu, en la que va a volcarse desde 1952, cargado de una nueva espiritualidad basada en la estética que ya impregnara a las vanguardias europeas, mezclada aquí con un sentimiento religioso popular, las obras son prohibidas por la iglesia en 1954 (finalmente se pudieron concluir en 1969).
Tas su negación de la escultura y desde su obsesión formal por el vacío, llega Oteiza al silencio existencial. Vienen unos años en los que su principal ocupación será el pensamiento y la escritura. De 1963 es su libro Quousque Tandem!, donde reúne sus preocupaciones teóricas y que llegó a convertirse en una referencia fundamental del pensamiento cultural y político del País Vasco. Luego vendrían sus Ejercicios Espirituales en un Túnel, obra que fue prohibida por la censura franquista, se convirtió en un ideario clandestino y no vio la luz pública hasta adentrados los 80. Se involucra también el artista en el cine y, sobre todo, en la teorización de la estética.

El final de este proceso de silenciamiento de su propia escultura le conduce a la experimentación: son las esculturas mínimas y vacías realizadas en 1958-59, consideradas por la crítica como el más directo precedente del Minimalismo. Jorge Oteiza, de formación autodidacta, había iniciado su andadura artística en la senda abstracta del expresionismo y el primitivismo iniciados por Gaugin, Picasso o Derain. Desde la escultura monolítica, y tras una larga estancia en Sudamérica, llega a un proceso de desmaterialización, la “trans-estatua”, y desde ahí se adentra en las ideas de fisión y fusión nuclear: perforación de esculturas que han de liberar su propia energía a través de la fusión de unidades ligeras.
Final y felizmente, entre 1972 y 1974 Oteiza decidió completar algunas de las series que habían quedado inconclusas al abandonar la escultura, y desarrolla su Laboratorio de Tizas. Zazpiak (fundición de chapa de bronce con diferentes pátinas, 77 x 115 x 100 cm), la pieza del artista vasco que a partir de ahora puede contemplarse en el Jardín de Esculturas de CORPO, es uno de estos ejemplos. Fue creada por el escultor en 1970, pero no será fundida, bajo su supervisión personal, hasta el año 2001. Vaciada de materia, inundada de metafísica, la obra hace alusión en sus formas y en su propio título a los siete territorios vascos que para los nacionalistas configuran Esukal Herria y cuyos escudos se reproducen en la bandera bajo un centenario lema: Zazpiak bat (Las siete, una). La pieza se mantuvo inédita hasta 2003, año en que fue expuesta en la muestra Oteiza, el obrero metafísico, organizada por Caixa Girona e inaugurada apenas un mes después de su fallecimiento.
En 1988, la Fundación Caixa había organizado la primera exposición antológica del artista, Propósito Experimental, en Madrid, Bilbao y Barcelona, que para el gran público supuso el descubrimiento de su obra. A continuación fue invitado al Pabellón Español de la Bienal de Venecia, lo que significó algo así como su reaparición internacional y su reconocimiento oficial: esos años recibió premios importantes como la Medalla de la Bellas Artes o el Príncipe de Asturias de la Artes en 1988. En 1996 Oteiza y el Gobierno de Navarra ratifican el acuerdo sobre el destino de su obra dentro de la Fundación Museo Oteiza. El 9 de Abril de 2003, Oteiza fallece en San Sebastián. Sus exposiciones póstumas culminan en 2005 con la retrospectiva organizada por el Museo Guggenheim, que se mostrará en su sede de Bilbao, en el Museo Reina Sofía de Madrid y, a continuación, en la sede del Guggenheim de Nueva York.