KOEN DE COCK.
CONFINAMIENTO EN LA TERCERA FASE

(SUZHOU, REPÚBLICA POPULAR CHINA)
Exposición Virtual

KOEN DE COCK.
CONFINAMIENTO EN LA TERCERA FASE

*Texto escrito en primera persona por el artista.

Suzhou, 1 de mayo 2020

Seis hombres pertrechados tras sus escafandras y buzos de alta protección irrumpieron en mi apartamento armados de equipos de desinfección. Sin mediar palabra comenzaron a rociar lejía por todos sus rincones mientras la policía mediaba conmigo un par de frases escuetas. En unos minutos corría con ellos escaleras abajo dejando tras de mí la puerta de mi casa sellada y precintada. En la entrada del edificio nos esperaba una ambulancia. Fui introducido en el vehículo y transportado a un complejo estatal en medio del campo, un lugar cuyo nombre mi aplicación de móvil tradujo como “la Casa de la Montaña”.

(*) 1-10, angustiosos retratos realizados por el artista durante su encierro en la Casa de la Montaña. 11-21, dibujos previos. 22-24, obras del artista en el museo Colección Roberto Polo. Centro de Arte Moderno y Contemporáneo de Castilla-La Mancha. Toledo.

Una vez allí depositado, nadie se atrevió a acercarse a mí y todas las indicaciones me fueron dadas a través del teléfono, exclusivamente; hicieron que me sintiera un sujeto realmente peligroso. La pantalla indicaba que me dirigiera a un número de habitación, un recorrido que tuve que descifrar en un intrincado laberinto de largos pasillos recorridos de puertas idénticas, hasta encontrar la mía y, una vez dentro, cerrarla: una puerta que solo se abría desde fuera y que solo sería abierta para depositar alimento y agua o conducirme a los laboratorios de pruebas. En ningún momento fui informado de cuánto tiempo iban a tenerme recluido en aquel lugar, qué iba a suceder, nada; me aterrorizó la idea de haber perdido todo control sobre mi propia vida en un abrir y cerrar de ojos.

Durante seis días me hicieron todo tipo de análisis: varios frotis de garganta, una analítica de sangre, radiografías, gammagrafía con contraste… Laboratorios y salas en penumbra que toda vez tuve que localizar a través de las indicaciones que llegaban a mi teléfono.

Por suerte, cuando la policía irrumpió en mi apartamento para llevarme, entre las cuatro cosas que metí en una bolsa incluí algo de papel y material de pintura, de modo que al menos pude consumir las horas haciendo los dibujos que ahora se podrán ver en esta exposición virtual que hemos titulado “Confinamiento en la tercera fase” (*). “Buda 1” es el dibujo que hice durante los dos primeros días y sus noches en vela en aquella Casa de la Montaña.

Todo esto sucedía a principios del pasado mes de marzo. Hace casi tres años ya que vine a vivir a China siguiendo a mi pareja, y empecé a trabajar como profesor de arte; al principio en la ciudad de Guangzhou y ahora, en Suzhou, ambas en el Sureste del país, justo debajo del gran río Yangtze. Suzhou era una ciudad antigua muy cercana a Shanghái que los libros de historia suelen describir como “el cielo en la Tierra”, pero hoy es una urbe de tamaño medio, con 10.7 millones de habitantes. Medio si hablamos de China y si la comparamos con la vecina Shanghái, a solo 20 minutos de tren y donde están censados unos 24.3 millones de personas.

Este año regresamos a Bélgica para pasar las vacaciones de Año Nuevo. Mediaba el mes de enero y los medios de comunicación chinos empezaban a hablar de un nuevo virus, de presunta transmisión a los humanos a través de la carne de un animal, que habría infectado a algunas personas en la ciudad de Wuhan, a unos 750 kilómetros de nuestra casa. Solo dos semanas más tarde, las escuelas de China decidían no abrir las aulas tras las vacaciones, los vuelos eran cancelados y yo empecé a dar mis clases online, de 1:00 am a 8:00 am en horario belga, a unos alumnos que iban a estar confinados en sus casas durante al menos los dos meses próximos.

Pero estábamos, en el relato, a principios del pasado marzo. La situación en la provincia de Jiangsu, donde vivimos, y que no se cuenta entre las más golpeadas por la pandemia, estaba al parecer bajo control. Mi escuela planeaba su reapertura para finales de mes y así pues decidimos regresar a casa. Mi pareja voló de regreso haciendo una escala diferente a la mía, y allí en medio se quedó estancando, nunca llegaría a China. Mi vuelo en cambio aterrizó justo antes de que el Gobierno chino cerrara a cal y canto sus fronteras a todo extranjero. Al llegar aquí, todo el mundo está obligado a permanecer en casa durante dos semanas de cuarentena, controlada por aplicaciones móviles, códigos QR y guardias a la entrada del complejo o área vecinal. Y en determinados pero aislados casos, la policía encierra a la gente bloqueando electrónicamente la puerta de sus casas.

Ocho días después de mi regreso a China fui informado de que habían sido detectados pasajeros infectados en mi vuelo a Shanghái, y que alguno de ellos ocupaba un asiento próximo al mío. La policía se presentó inmediatamente en mi apartamento para llevarme a la Casa de la Montaña, como ya he contado. Una semana llevaba aislado en aquella habitación enmudecida cuando de pronto llegaron las buenas noticias: todos mis test habían dado negativo, no estaba contagiado. Mi puerta fue desbloqueada, me permitían salir. No me lo podía creer. Deambulé hacia la salida del recinto sin ver un alma humana en mi recorrido; apenas un conductor y alguien enviado por la escuela me esperaban al final del último pasadizo, ya junto a la verja de entrada.

Devuelta en mi apartamento, tuve que permanecer encerrado en casa durante una semana más. La idea de volver a caminar libre por las calles empezaba a parecerme algo surrealista.

Durante más de dos meses la totalidad de la población china había permanecido confinada en sus hogares y el virus estaba ya más o menos bajo control; pero entonces, muchos chinos que todavía permanecían fuera del país empezaron a regresar, trayendo de vuelta el virus y el miedo. Comenzaron a registrarse más y más casos positivos que llamaron “importados”, con lo cual la gente local empezó a demonizar a los extranjeros. Nos consideraron responsables de traer el virus devuelta. Fui consciente en cuanto pude volver a salir de casa: muchos cruzaban corriendo de acera para evitarme e incluso a veces, los padres agarraban a sus hijos cuando me aproximaba a ellos. Definitivamente, estaba ante un mundo muy diferente al que habitábamos cuando me fui de China para pasar mis vacaciones de Año Nuevo.

Toda situación y lugar que he vivido han tenido su reflejo en mis dibujos y pinturas. Siempre me gustó el dramatismo, y proyectos y bocetos que en épocas anteriores había preparado para representar composiciones apocalípticas como “La partición del Mar Rojo” o “Los últimos días de Pompeya”, inundaciones, batallas históricas, etcétera, son los dibujos que ahora en estos tiempos de pandemia estoy retomando y trabajando. Éste es mi estado de ánimo.

Hace ahora tres semanas que mi escuela reabrió sus puertas. Un tercio de los estudiantes y profesores no han sido capaces o no han querido regresar. Afrontar la reapertura de un lugar donde tanta gente convive de modo tan estrecho es obviamente una situación nada fácil durante el azote de una pandemia que está lejos de haberse terminado definitivamente.

Mi proyecto es seguir dando clases aquí hasta el próximo enero de 2021. Es una experiencia muy interesante trabajar en China, con alumnos estupendos y algunos increíblemente dotados de talento, especialmente después de haber estado tantos años pintando y dibujando en el aislamiento de mi propio estudio, apartamento, habitación de hotel, coche o donde fuera que me tocara trabajar. Pero la enseñanza ocupa demasiado tiempo del que quiero dedicar a mi obra, dibujos y pinturas muy detallistas que requieren muchas horas. Sí, imagino que volveré a dedicarme plenamente al solitario trabajo de pintor.

Biografía

Koen de Cock nace en Gante (Bélgica), en 1978. Se graduó en escultura en la Real Academia de Bellas Artes de Amberes, estudió un año en la Academia de Bellas Artes de Tianjin (China) y otro en la de Tbilisi (Georgia) como estudiante de posgrado. En 2013, Shepherds, su primera individual en la galería Roberto Polo Gallery, destacó por su originalidad, por su tema, a un tiempo clásico y singular, y su técnica de acuarela sobre papel que combinaba rigor e imaginación. Luego presentó su directa sucesora, Hermits & Wrestlers, pinturas al óleo sobre lienzo. Ambos títulos aluden a su tema predilecto, el desnudo masculino luchando por fundirse con una naturaleza exuberante e ilimitada. Es admirador de Durero, Cranach el Viejo y Paulus Pontius, artistas en los que tiene presencia lo miguelangelesco; Pontius representaba partes del cuerpo de una manera tan extrema e irreal que adquirían vida propia y se convirtieron en modelo para artistas posteriores. De Cock las ha copiado para entender las transformaciones anatómicas de Pontius; este aprendizaje requería rigor técnico e imitar la línea grabada. Sus desnudos están simbiótica y simbólicamente integrado en la naturaleza, su anatomía desmembrada y a menudo luchando violentamente entre ellos.

María Cóndor