“The Story Series” reúne 48 paisajes de gran formato a modo de fotogramas de otras tantas películas de suspense cuyo guión aún no ha sido escrito: corresponde al espectador imaginar su propia historia, valiéndose de ese breve texto que titula o da pie a cada una de las fotografías. Utiliza la artista un tamaño monumental que acentúa el poder cautivador de sus obras, que son paisajes naturales, mayormente bajo la tormenta; casas donde la vida es solo un recuerdo o una emoción de futuro: jamás aparece la figura humana; carreteras de trazado incierto, y la luz dramática de la naturaleza, en ocasiones sobresaltada por una bombilla o una lámpara en la penumbra.
Marks Blackwood, nacida en el extremo entorno de Alaska, muy pronto se trasladó con su familia a vivir a Nueva York, donde creció y se formó como artista urbana (graduada en Arte por la Rutgers University de Nueva Jersey), hasta que en 1999 se muda con su actual pareja a la ribera del Hudson, Upstate New York, donde dice que el paisaje ha cambiado su vida. Su estudio y su cámara permanentemente asomados al río, que fotografía sin cesar bajo la luz y las sombras de la noche y el día, siguiendo el paso de las estaciones.
De su obra ha destacado la crítica especializada su ambigüedad, que estimula la introspección e interpretación subjetivas, planteando al espectador cuestiones existenciales que probablemente haya querido evitar por temor o por la valentía que requiere su respuesta. Se escondió detrás del árbol, inundada de memoria; era apenas soportable./ Sabía que debía dejar de correr y obligarse a conocer la verdad./ Incluso en medio del terror podía sentir la belleza: son ejemplo de los mensajes que se leen al pie de sus fotografías.
Su fotografía se considera conectada al Simbolismo y al Surrealismo. También se ha subrayado, en sus previas y aplaudidas exposiciones internacionales, el concepto romántico de la “extrañeza inquietante” (Das Unheimliche, noción acuñada por el filósofo Friedrich Schelling), que provoca que los actos o escenarios más cotidianos se transformen en episodios oníricos, como sin duda lo son sus paisajes.
Esta cualidad intelectualmente romántica y estéticamente emparentada con lo gótico, viene acentuada por las tonalidades y los colores espectaculares de la naturaleza que retrata y que jamás altera en su laboratorio. Juega apenas la artista con su sentido visual, su capacidad discursiva y los encuadres, que refuerza cortando, ensalzando o enmarcando fragmentos por motivos que exige la composición final, donde ella pone el marco, siempre negro, y el espectador, el devenir de la historia que se cuenta.